Misiones

Rumbo hacia la tierra donde por primera vez el destino quiso fuera su verde natural mi primera impresión visual. Aquella que al forjar los primeros pasos lleva a esa complicidad eterna al mezclarse con su tierra colorada.

Podrán hablarme de la nieve del sur, los paisajes cuyanos, lo exótico del chaco salteño, las sierras cordobesas o las frías aguas atlánticas, pero nada mas atrapante que mi tierra misionera. Tan solo y aislado del resto como cada uno que lo habitamos en su momento no tiene similitudes en su composición; deviene sacrificio cual masoquista con sus raices. Complicada su argentinidad que tarde nos ha llegado pues pocos conocen que recién a mediados del siglo pasado somos provincia argentina. Tan libres, tan solos, tan autóctonos.

Sus casi 1300 km de límites con Brasil y Paraguay y tan sólo 130 km que lo unen al país lo hacen tan híbrido que las diferencias internas son el motivo para mantenernos unidos. Y que mas se puede agregar si el mismisimo Horacio Quiroga atrapado por sus misterios encontró a su musa paranoia en cada metro misionero. Salud Misiones allá voy!

El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.

Horacio Quiroga
A la deriva